Por Edilberto Cruz Espejo
1. Liminar
Hace ya seis años, el 15 de octubre de 2014, en el nuevo edificio del Congreso de la República se rindió especial homenaje a Rafael Uribe Uribe en el centenario de su trágico fallecimiento. Los organizadores invitaron a la Academia Colombiana de la Lengua y don Jaime Posada me designó para que hablara sobre el Diccionario abreviado de galicismos, provincialismos y correcciones del lenguaje.
Cambiando de año, la primera sesión virtual de la Academia Colombiana de la Lengua de este 2020, estuvo dedicada a la memoria de Otto Morales Benítez. Hoy queremos recordarlo nuevamente para señalar que uno de los personajes que llamó su atención fue Rafael Uribe Uribe. Otto Morales proponía no llamarlo “general”, porque si bien logró este grado y fue el jefe de las milicias liberales en la guerra de los mil días, esto sería limitar los alcances de su inteligencia, de su vida y de su obra, de tal manera que nos invita a llamarlo: estadista, humanista, pensador.
2. La lexicografía:
Solo unas pocas palabras para aproximarnos al área específica donde ubicamos la labor filológica de Uribe Uribe, con ellas queremos recordar a don Manuel Seco quien en su discurso de recepción en la Real Academia Española nos decía: “La lexicografía no es una ciencia, sino una técnica, o, como dirían los clásicos, un arte. Esta bella palabra, arte, encierra en nuestro caso una exacta ambigüedad, por lo que tiene la actividad del lexicógrafo de oficio y artesanía, y al mismo tiempo de intuición, sensibilidad y pasión” (Seco, 1980, 14). Retomamos este texto para advertir que Uribe Uribe fue lexicógrafo y siempre contó con las cualidades que se piden para ejercer esta labor: intuición, sensibilidad y pasión.
Reconocemos, con Günter Haensch que no hay duda alguna de que “la lexicografía práctica es una tarea ingrata que exige una paciencia de benedictino y que, como afirmaba Escalígero, los grandes criminales no debían ser condenados a muerte ni a trabajos forzados sino a compilar diccionarios” (Haensch, 1980). Duras palabras que nos señalan la difícil tarea lexicográfica; pero por sobre la anécdota queda el conocimiento de las bondades y de la necesidad de esta labor que con esfuerzo y entusiasmo, y con nuevas propuestas metodológicas acordes con el adelanto de la ciencia lingüística y de la tarea lexicográfica, podrá obtener mejores resultados en la necesaria descripción y explicación de nuestro léxico.
El profesor Luis Fernando Lara nos muestra cómo el diccionario es tan común y familiar que ya se considera un objeto más de la casa. El diccionario es “una construcción histórica, fruto de la reflexión sobre la lengua y orientada a la conservación de la memoria de experiencias de sentido valiosas para la comunidad lingüística entera” (Lara, 1996, 17).
Y más adelante: “El diccionario materializa una parte muy importante de la memoria social de la lengua; es decir, deja ver cómo, cuando una comunidad lingüística comienza a reconocerse a sí misma en su historia y en su pluralidad, procede a construir una memoria de sus experiencias significativas, que ciertamente se guarda en textos y en relatos de la más diversa índole, pero que tiene como una de sus bases más importantes la propiedad de construir unidades léxicas, de fácil recuerdo, que se asocian en la actividad significativa a la experiencia del mundo, la que segmentan, ordenan y clasifican”. (Lara, 1996, 18).
3. Prólogo del Diccionario de Uribe Uribe.
Los prólogos se convierten en una lectura obligatoria puesto que son parte fundamental para la comprensión y manejo del diccionario, y, además se convierten en un elemento evaluador para calificar si es apropiado y elaborado científicamente. Generalmente el prólogo presenta en explicaciones amplias, la técnica utilizada en la elaboración, la finalidad, el público al que va dirigido, la utilización del diccionario, etc.
En nuestro caso el primer párrafo del Prólogo del Diccionario de Uribe Uribe nos dice: “El título de esta obra muestra por sí solo el objeto y utilidad de ella, y pocas palabras bastarán para declararlo más ampliamente. Las nociones sobre la corrección del lenguaje castellano andaban diseminadas en numerosos libros y opúsculos, tales como El arte de traducir de Capmany, El diccionario de galicismos de Baralt, las Apuntaciones críticas de Cuervo, la Zizaña del lenguaje de Orellana, la Ortografía de Marroquín, La guía del lenguaje de Fonoll, los ejercicios de Ruperto S. Gómez, en las gramáticas de la Academia, de Bello, de Ulpiano González, de Guzmán, de Isaza y otros y en diversos artículos de periódico, empezando por los de Alcalá Galiano” (Uribe Uribe).
Aprovecha el autor para darnos de una vez una mínima pero valiosa bibliografía sobre el tema de corrección del lenguaje de donde destacamos a Baralt, a Cuervo, a Marroquín y, posiblemente al menos conocido: Ruperto Gómez, hermano del secretario de la Academia don Antonio Gómez Restrepo. Recordamos también que la definición de Gramática durante mucho tiempo fue “el arte de hablar y escribir correctamente una lengua”.
Uribe Uribe pasa a dar un consejo muy pertinente: “quedaría en pie la necesidad de hacer la separación debida entre los vocablos y giros justamente criticados, por los autores, y que deben proscribirse, y los que, censurados sin fundamento, por error o por capricho, hacen o deben hacer parte legítima del caudal de la lengua, ya por autoridad de la Academia española, ya por la más alta aún del uso, la razón y el buen sentido” (Uribe Uribe).
La elección del léxico que debe ingresar al diccionario no debe ser fruto del capricho sino de una diligente selección con un método uniforme y riguroso:
“Tal necesidad no podría ser satisfecha sino por una atenta comparación de las opiniones sostenidas por dichos escritores, — y por el estudio de cada voz o locución en su origen, empleo y conveniencia. Por fin, se requería exponer el resultado de ese trabajo de agrupación y selección con método uniforme y riguroso, y de una manera concisa, abreviada y sinóptica, por todos comprensible, a todos útil, ofrecida al público en forma de libro cuyo precio pudieran todos fácilmente pagar” (Uribe Uribe).
Hace el autor observaciones sobre algunas de las dificultades del trabajo lexicográfico:
“Casi mecánica era en su mayor parte la tarea, y por eso mismo más fastidiosa y abrumadora, habiendo de estudiar ocho o diez veces lo relativo a cada vocablo o locución” (Uribe Uribe).
Una de las dificultades es la extensión del trabajo en el tiempo, pero en esta ocasión matizada por el lugar donde se realiza la investigación. Don Rafael Pombo que había criticado duramente el Diccionario de Uribe Uribe en una segunda oportunidad lo encomia por haberlo iniciado en la cárcel como le ocurrió a Cervantes con el Quijote. El lexicógrafo debe estar dispuesto siempre a dedicar su tiempo a cada palabra, sin dejarla en paz hasta vencerla. Decía Salvá que únicamente con una enorme escrupulosidad y una buena dosis de manía puede darse cima a empresas lexicográficas que por su magnitud requieren un alto grado de constancia.
“Concebido y empezado a ejecutar el plan desde la cárcel creí poder coronar la empresa en pocos meses; pero en el curso de su desenvolvimiento ha ido tomando inesperadas dimensiones de suerte que ha demandado todo mi tiempo en más de un año” (Uribe Uribe).
Con respecto al tiempo don Manuel Seco nos recuerda “El lexicógrafo necesita también abnegación. Debe estar dispuesto a renunciar a muchas cosas que están al alcance de quienes no han ingresado en esta orden ascética de la lexicografía. Ya que evocamos la vida monacal, recordemos que el jesuita Terreros dedicó a su diccionario, durante veinte años, de ocho a diez horas diarias, cumpliendo a la vez con todas sus obligaciones religiosas. James Murray trabajó durante treinta y un años (hasta su muerte) doce horas o más diarias, sin distinguir inviernos ni veranos. Littré llegó a trabajar hasta quince horas diarias, y Larousse trabajaba catorce”. (Seco, 2003).
Uribe Uribe destaca algunas pautas del trabajo que puede ser tachado de no original pero nunca de plagiario:
“Pero llega una hora en que se hace necesario reunir y comparar los hechos comprobados y los progresos realizados por todos los pensadores o trabajadores, confrontar sus opiniones acerca de puntos sujetos a discusión, completar a los unos por los otros, desechar lo inadmisible o lo inútil, y hacer suma de verdades y resta de errores e inepcias, para obtener el resumen sobre el estado de la ciencia o del arte en el momento en que esa operación se verifica. Esto es lo que los economistas llaman división del trabajo en el tiempo, de suerte que sin previo acuerdo acumulen los pensadores, materiales para un edificio científico, aportando los elementos aislados que otro ha de utilizar para armar la fábrica. Quien tal trabajo ejecuta puede carecer de originalidad, pero nunca podrá llamársele plagiario ni defraudador de ideas, porque su obra es indispensable como punto de arranque para adelantos posteriores” (Uribe Uribe).
Comenta don Manuel Seco que “La piratería es consustancial a la historia de la lexicografía. Nebrija no solo fue plagiado por sus contemporáneos, sino que continuó siendo saqueado durante varios siglos después de su muerte” (Seco, 2003).
Observaciones sobre Cuervo. Uribe Uribe cita a Cuervo como el reconocido maestro en el uso del idioma y no deja de citarlo de la mejor manera a pesar de los recelos de Rafael Pombo.
“Algunos querrán remontar a las fuentes de esas síntesis, y pueden hacerlo en buena hora, porque siempre hallarán en los escritores citados, y muy especialmente en Cuervo y en Baralt, gran copia de enseñanzas y doctrina que debe empezar por conocer quien quiera ganar nombre de hablista” (Uribe Uribe).
Especialmente recordamos la valoración y crítica sobre las Apuntaciones
“Ninguna de las obras sobre correcciones del lenguaje ha llegado a ser enteramente popular; la mejor de todas ellas, las Apuntaciones críticas es la más conocida y estudiada, pero por el orden de la exposición que, no siendo alfabético, hace difícil la rapidez en la consulta; por la misma profundidad y extensión de la doctrina científica, y aún por su volumen y precio, no ha obtenido el grado de vulgarización y uso frecuente que se requería para que sus enseñanzas calaran hasta las capas sociales inferiores” (Uribe Uribe).
En un pie de página nos habla del índice de la edición que hiciera Cuervo de la Gramática de Bello y hace un cotejo con el índice de las Apuntaciones.
“Para la Gramática de Bello hizo el señor Cuervo un índice por todo extremo excelente y acabado, pero el de las Apuntaciones es incompleto y con numerosos errores, además está hecho no por páginas sino por párrafos, y como los hay de tres, cinco y más formas en los cuales se critican diez, veinte y aún más palabras, al citar una de estas en el índice no indicando sino el número del párrafo, hay que leer íntegramente para dar con el vocablo, si no se le descubre a la primera ojeada” (Uribe Uribe).
4. Final
Para terminar quisiera referir la relación de los beneficios de su obra en confluencia con los usuarios del diccionario: “Es, en consecuencia posible que este volumen por reunirlas todas por las muchas nociones útiles que contiene, por favorecer el ahorro de dinero y de tiempo y por sus reducidos cuerpo y precio, consiga ser útil en cada hora al niño y al maestro en la escuela primaria, al viajero y al estudiante, en el escritorio del mercader, sobre el banco del obrero, en la mesa del periodista y aún quizá para el médico y el abogado, el campesino y el minero”.
Por otra parte resaltamos que la fe en la cultura, el entusiasmo por el trabajo y la pasión por las palabras son las motivaciones fundamentales del lexicógrafo y del filólogo. Todas estas motivaciones las encontramos en la vida y obras de Rafael Uribe Uribe.
Referencias
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Haensch, Günter, el al, La lexicografía, De la lingüística teórica a la lexicografía práctica, Madrid, Gredos, 1982.
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Lara, Luis Fernando, Teoría del diccionario monolingüe, México, El Colegio de México, 1996.
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Seco, Manuel, Las palabras en el tiempo: los diccionarios históricos (Discurso de ingreso en la Real Academia Española, leído el 23 de noviembre de 1980), Madrid, Real Academia Española, 1980, también en Estudios de lexicografía española, Madrid, Paraninfo, 1987.
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Seco, Manuel, “Los lexicógrafos”, (conferencia en la Escuela de Lexicografía de la RAE y ASALE), Madrid, 2003.
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Uribe Uribe, Rafael, Diccionario abreviado de galicismos, provincialismos y correcciones del lenguaje.